abril 24, 2017

Ranthought - 20170421

No entiendo por qué en Colombia no se puede llamar a líneas gratuitas (01-800-alguna-cosa) desde un teléfono celular. Qué clase de chambonada en la interconexión es esa.

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Comencé las clases de alemán, lo que duplica mi recorrido diario en Margaret. También aumenta el recorrido que hago por la calzada de las vías. ¿Lo bueno? Es divertido ir y volver. ¿Lo malo? El tráfico y los andenes estrechos hacen difícil llegar. ¿Lo feo? Que en los últimos tres meses las historias de robos en diferentes partes de mi recorrido han aumentado y ya uno no sabe por dónde irse. Que unos tipos en moto lo bajan a uno de la bicicleta, que unos tipos en moto te quitan el celular a cuchillo y pistola. Y así. La ilusión de burbuja no es tal y uno trata de hacerse a la idea que sólo es cuestión de tiempo para que le toque a uno ser la víctima de robo.

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Pocas cosas demandan más esfuerzo que el reto de hacer que una aplicación escale horizontalmente. Qué desgaste, parce.

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No sean el ser que fastidia a los demás en la oficina al llevar el ritmo de la canción pateando los cajones.

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Si hay gente que se desentiende de uno, ¿por qué habría uno de usar calorías en ellos? Que forma tan triste de desperdiciar el aumento en la entropía del universo.

abril 11, 2017

Subtle

Hay pocas cosas que me rayen más el coco que una sequía de goles. Que pasen semanas enteras en las que voy, juego y salgo pensando en todas las oportunidades que tuve y que desperdicié. Ojalá en un partido que haya perdido por uno o dos goles.

La más reciente duró casi dos meses y se acabó el domingo pasado. Casi que tuve que engañar al balón para hacer el gol. Recibí un pase desde la izquierda que me llegó al borde del área con el arquero acercándose rápidamente. ¿La solución que se me ocurrió? Mirar el balón, mirar de reojo al arquero, mirar al infinito y tocar el balón de primera con el borde externo del pie derecho. Con cara de estar pensando en la factura del gas. Casi que con indiferencia: balón, no me importa lo que pase ni lo que decidas hacer. Yo voy a seguir con mi vida después de esta jugada.

El balón pasó sutilmente entre las piernas del arquero y se fue al fondo de la red. Me gustan estos toques sutiles que resuelven todo fácil y rápido.

abril 06, 2017

Fucó

El domingo tuve mi sesión anual de ir a leer en la Asamblea de copropietarios. Ese espacio en el que se comprueba cómo las personas están dispuestas a renunciar a cualquier cosa con tal de sentirse seguras, aisladas de los malhechores y de sus vecinos.
Siempre hay un numeral, el último, en el que se da vía libre a los vecinos para hacer proposiciones y quejas varias (a ver si así sí les atienden). Es el favorito de quienes no quieren compartir ascensor con los perros, de los que denuncian a los vecinos que fuman marihuana y hacen rituales satánicos, de los que quieren que se cree un nuevo comité de alguna cosa. Lo de los rituales satánicos es en serio: hace dos años añadieron al Manual de Convivencia que estaba prohibido el consumo de sustancias alucinógenas y la realización de ritos satánicos en el conjunto.

El momento particularmente surreal de la asamblea del domingo pasado fue protagonizado por Foucault. Justo en el momento en el que la administradora informaba sobre la instalación de nuevas cámaras de seguridad, mi vecina de asiento comenzó a leer sus fotocopias de Foucault. El clásico Vigilar y castigar. Todo esto en el mismo conjunto que ya ha pedido registrar las huellas digitales y dar un montón de datos personales para saber quiénes entran a los edificios. Y son las mismas personas las que proponen y pagan para hacer realidad todas estas implementaciones de cosas que les mantendrán a salvo. A costa de su dinero y su privacidad, claro.

Que para qué quieren los vecinos que los vean todo el tiempo, se pregunta uno. Pues para castigar al que daña los botones del ascensor, para castigar al que raya la pared con el escudo de millos, para señalar al que saca la basura a la hora que no es y para el que la deja botada en el ascensor durante la noche. Para culpar a los demás sin lugar a duda. Ya hay un poco de sistemas de acceso que han reducido los hurtos a cero, por lo que ahora todos quieren que la vigilancia les resuelva sus problemas de convivencia.

Porque, una vez se sacan los ladrones de la historia, los problemas siempre pasan por ver que todos los demás son unos hijueputas. Ellos.

Lo más fresco

Ranthought - 20241121

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