Una de las cosas que descubrí cuando andaba en medio de la tristeza profunda es que me cuesta recibir otras visiones de mi. No me es fácil entender que los demás me vean de otra forma, que usen descripciones que yo mismo no uso para mí. Es apenas normal que así sea, que las visiones sean parciales o sesgadas. Que algo secundario para uno sea muy importante para alguien más.
Recibir halagos de alguien que lo conoce a uno hace poco tiempo es poco menos que asombroso. Para mí sigue siendo extraño generar esa curiosidad en otros que se toman el tiempo de ver en uno y en lo que uno hace, atributos "buenos". Te dicen que Hay cosas en ti que hay que valorar, que Cómo así que no sales con nadie, que Uno te ve por alla en tu torre cual Rapunzel, que Te deberías sobar esas cicatrices de guerra a ver si sueltan y aflojan.
Recibir una realimentación llena de afirmaciones positivas sobre cómo uno supera expectativas ajenas también deja sin palabras. Estar preocupado por hacer lo suficiente mientras los demás creen que uno da más de lo esperado. Todo eso hace parte del viejo hábito, ese en el que me cargo con expectativas irreales.
No es darle poder a los demás sobre cómo uno se ve a sí mismo. Es más de usarlo como herramienta. Algo que entre en el proceso de pensamiento ("¿por qué dirán ésto o aquello?") y alimente la idea que uno tiene de lo que hace y cómo vive.
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