La lucha épica contra la ansiedad que se traga todo en bocados amplios, sin masticar y sin hacer ruido. La defensa que mejor funciona por ahora pasa por movimientos delicados y decididos, por buscar concentración suficiente para despejar el camino en la cabeza a pesar de todo el humo que se arremolina frente a los ojos.
La ansiedad tampoco es la mejor compañía para alguien que anda con necesidad de perdonarse cosas. Ese ejercicio demanda paciencia y la ansiedad lo quiere todo andando a pleno. Además, la ansiedad tampoco se interesa mucho por terminar las cosas y elige siempre escapar de la presión.
Yo, en cambio, prefiero quedarme revisando lo de la perdonada para no salir con bobadas más adelante. La ansiedad se vuelve dobleces en figuras de origami y canciones con doble bombo, se hace algo controlable, de repente le pongo un cauce debajo y discurre por donde quiero. Por un tiempo.
*
Hacía falta salir de la cama, tender la cama, exponerse e interactuar con otras personas para ver qué tanto me he aislado de los demás. Se hace tan evidente esa región de mí que sigue tras cerrojos y postigos. Salgo y hablo con las personas pero no albergo ninguna esperanza de que alguien llegue hasta aquel rincón.
Igual, es una parte que ya se me olvidó compartir.
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¿No les parece una cosa increible poder tocar a alguien?
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