Escocés, de veintidós años, lo encontramos en nuestra habitación del hostal departiendo con Josh y «el alemán». Siempre en camisetas manga sisa, más alto y musculoso que todos nosotros, resultó ser un muchacho calmado y «muy de su casa».
Sé que nos dijo la ciudad de la que venía pero no logro recordarla. Mientras el alemán pintaba un pene peludo y circuncidado en la pizarra junto a las escaleras, este escocés se quedaba tranquilo en su cama, contándonos que había viajado todo el verano y el otoño por la costa este y algunos otros estados, enseñando a pequeños gringos cómo se juega al fútbol de paticas.
Porque es bien sabido que los británicos son los que saben cómo se juega al fútbol, por lo que hicieron un convenio con sus otrora colonias (la FA inglesa, la galesa y la escocesa), ofreciendo su vasto conocimiento cada año, transmitido por jóvenes entusiastas que suelen trabajar como preparadores o entrenadores registrados.
Si jugamos a Bernal y Cuero, todo está soportado en UNA copa Jules Rimet de los ingleses. Dudosa. Pero ahora que recuerdo, vi jugar unos gringos por East Village en NYC y eran muy malos. Cualquier ayuda seguro es bienvenida.
Todo su equipaje era una gran maleta deportiva, en la que seguro cargaba sus camisetas manga sisa y sus guayos. No vi ningún balón. Lo que más extrañaba era sin duda su casa, después de tanto tiempo viajando; a su mamá la cocinera y dueña de su propio restaurante -en el que él trabaja los fines de semana-. No extrañaba tanto el clima, mucho más lluvioso que aquí en la costa este, aún al final del otoño y con pronósticos de nevada para los siguientes días.
Se despidió brevemente un par de días después. Iba a Nueva York por tres días y de ahí, a casa. A la comida de su mamá y al clima insoportable. Brass monkeys.
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