Gran parte del período
que había denominado "el año del desarraigo" ha pasado ya, dejando en la memoria (sí, como conjunto de recuerdos imperfectos, ya me lo dijeron) gran cantidad de enseñanzas, pérdidas y valores menguados o acrecentados.
Las pérdidas no se muestran como ausencias, sino como curvones en el sinuoso camino ya recorrido, en donde el viraje fue, aunque lento, decididamente radical. El camino ya no se dirigió nunca más a donde se suponía en un principio, pero al menos tiene algún destino, que es mucho decir.
Quienes se han alejado en la ruta, lo hicieron por voluntad propia, y recordando la forma en que otros lo hicieron forzados por las casualidades de la vida, se recuerda también que quejarse nunca cambió nada. Es por eso que no me quejo, porque el pragmatismo que se ha unido a mis buenas amistades, prudencia y sensatez, ayuda a ver claramente cómo cada quien hace lo que se le antoja previo al inevitable proceso de putrefacción.
Un par de botas menos, un portátil menos, una casa menos, una biblioteca menos, una bolsa de apuntes menos, un hogar menos... una carga menos. Es el año del desarraigo... tal vez sea un gran paso camino a ser un ser del retorno, tal y como siempre he buscado ser. Porque no se trata de tener, sino de gustar, como bien lo dijo Saramago alguna vez...
"Hay otros Annapurnas en la vida de los hombres"... no veo por qué voy a lanzarme de cabeza a rodar por la falda de alguno en particular. Más si la vista es hermosa.
Cuando ves calor de hogar,
y en él a un desconocido
sin preocuparte en lo absoluto,
esa es la señal de cuánto
ha cambiado tu vida mientras tanto.
Bis bald!!