mayo 09, 2023

Sides

Hace ya un tiempo que escribíamos por acá cómo es tan fácil (tan difícil) para las personas que cuidan a alguien con depresión el emitir juicios de valor. La persona con depresión no escucha, no hace caso a las recomendaciones, por qué no haces lo que dicen tus amigos, por qué no dejas de decir esas cosas. Y así.

Aparece entonces un breve video de esos que publican en redes sociales.

Se puede quedar uno en diferentes aspectos del mismo video. O mentarlos todos para quedarse pensando con menos sesgos y más ideas, todas juntas.

Lo primero es que ahora todo tiene que ser (o pretender ser) viral. Algo controversial, gracioso o caricaturesco. Todo, desde el periodismo hasta el contenido erótico para adultos, todo debe tener ese formato porque, aparentemente, las personas más jóvenes son incapaces de consumir otra cosa. No se puede conversar o publicar preguntas a especialistas de salud mental. No vale la pena conversar. Eso no genera interacciones. Tenía que ser un dramatizado ridiculizante y sesgado.

Lo segundo es que hay al menos una falacia lógica en el video y los comentarios de la persona que lo publica. Como ha sido paciente de especialistas en salud mental, eso la habilita para decir lo que está diciendo desde el corazón y escuchando lo que le comparten. Después de publicar, cuando le da interacciones. 

Lo tercero es que el tonito de contenido corto y chistosito es vergonzante para quienes se encuentran en la situación de quien aparece allí representado con depresión. Desfigurado. Podrían decir que la persona publicando dice algunos y no todos, pero ese intento de denuncia somete al escarnio a un montón de personas que se van a identificar aquí y van a reforzar la idea, común entre los que vivimos la depresión, de ser una carga para los demás.

Se le olvidó a la periodista que las personas que sufren de depresión a menudo van a usar todos estos mensajes como refuezo de sus propias ideas autodestructivas. Que no hay visión de futuro, no hay imagen de sí mismos que incluya algo bueno o digno de preservarse. Y posiblemente eso sea lo que me causa más incomodidad: la necesidad de denunciar, de preservar el personaje a través del cual denuncia lo que otras le comentan, pareciera ser incapaz de ofrecer cuidado a nadie más que a algunas personas. Los demás somos prescindibles; lo importante es el cuidado a quienes ella elige. A las que ella elige.

Claro que es frustrante interactuar con alguien que ha asumido su lugar de autocompasión y constante maltrato a sí mismo. Claro que va a pasar, que la persona sufriendo de depresión va a negarse a hacer cosas que sus cuidadores preferirían que hiciera. Por supuesto que esa persona va a elegir gastar su dinero en hedonismo inerme antes que en procurarse bienestar duradero. Si no hay sueños para uno mismo y la propia existencia es un estorbo para los otros, lo esperado sería entonces que se cargue toda la vacuidad en sensaciones físicas básicas que, como mínimo, permiten ignorar las emociones -e ideas- profundas que te persiguen todo el tiempo. Y en la repetición del desprecio de uno mismo y la victimización. 

Es cómodo y conocido ese lugar. Ese rincón donde te prestan atención porque eres así. Te identificas como persona deprimida, con pensamientos suicidas tal vez. Es lo que eres. Vas a defender ese espacio porque si quitan eso no queda nada más de ti.

Defintivamente sucede, que alguien se hace completamente ajeno a la frustración de los demás cuando tratan de ofrecerle cuidado concreto. Yo, como persona que también ha pasado por un tratamiento con profesionales de la salud mental (así como la periodista), recuerdo de forma vívida el momento en el que llegó ese insight. Ese descubrimiento, profundo e inimaginable para esa versión de mí, en el que descubrí que tirarle a los demás los grandes y complejos problemas que vivía no ayudaba a nada porque los demás no tenían cómo ayudarme con ellos. Entendí que, tal vez, era más fácil acudir a otros para cosas simples -un abrazo, un café acompañado- que definitivamente ayudaban a sobrellevar un día de pensamientos complicados y emociones abrumadoras. De un plumazo, la idea de ponerte en el lugar de otros, de los más cercanos, reaparece en el panorama después de un tiempo en el que ni siquiera te daba la energía para preocuparte por cuidar de ti mismo. Redescubres la empatía porque eso se había refundido hacía mucho tiempo junto a otro montón de cosas.

Lo lamentable es que, por preservar al personaje que siempre denuncia, por ser la salamandra de la antiviolencia, la periodista carezca de empatía con una población numerosa y frágil. Porque posiblemente conoce algunos casos en los que la falta de empatía y el autosabotaje, la autocompasión, se acercaron peligrosamente a los comportamientos que algunas personas han usado para hacer gaslighting y para ejercer violencia psicológica en otros. Pero es que no hay excusa, dice quien posiblemente no ha lidiado con personas condicionadas tanto o más, con las que la racionalización de las emociones y las expresiones no procede.

Falta ver si los profesionales con los que dice que habló, aprueban su aproximación al video o simplemente charlaron y olvidó validar su contenido con ellos antes de salir a recibir interacciones por la Internet. 

Y bueno, ¿cómo hacemos para identificar a los que en realidad no sufren y sólo viven alguna crisis de vida desde la que sí están explotando un discurso? ¿Será que implica no traer a la pantalla la depresión ni ningún otro problema real de salud mental para hablar de alguna otra cosa? No hay cómo compararlo con otras condiciones físicas porque esto afecta el comportamiento de una persona; sus acciones y su discurso está atravesado por esta condición de salud. Entonces, ¿cuál es la profundidad del argumento que supuestamente expone?

Pero eso para qué hacer una crónica o una entrevista, si con un meme basta para que se entienda. Igual, ella fue paciente (psicológica y/o psiquiátrica) y por eso no debemos entender mal su denuncia.

Pero qué imbécil.

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