El otro les contaba cómo había dejado de leer cosas. Había dejado de recibir información voluntariamente, censurando y omitiendo.
Pues bien, después de un tiempo de andar en este plan, he visto que una parte de no recibir más noticias de los noticieros, los periódicos y las redes sociales es recibirlas de las personas. Las noticias, los hechos y sus matices se convierten en un tema de conversación y, si uno quiere aprender a escuchar a otros, se hacen una excusa para escuchar con atención.
Las noticias se vuelven historias. Las personas le cuentan a uno una historia de algo que pasó, algo de lo que se enteraron entremezclado con su impresión de lo que pasó (o dejó de pasar). Enterarse de algo se hace una actividad social, un diálogo. Deja de tener todo eso que lo hace ver como entretenimiento y simplemente se hace un conocer algo más de los otros con los que se vive. O de otros allende los mares, de lo que nos llega de ultramar.
Es fácil dejar de enterarse de cosas que no nos afectan directamente. Podría alcanzar extremos peligrosos para la toma de decisiones si no recibiese información alguna. Elegir se hace importante, casi como decidir qué helado comer. Recibir información debería ser divertido, no una carga y un motivo de fastidio.
Todo sea por hablar más con la gente.
febrero 15, 2016
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