octubre 25, 2010

Oculto

Desembarcamos ayer a la mitad de la mañana. Por lo que queda de los anuncios en los caminos, estamos cerca de un pequeño poblado llamado Toussaint. Hemos recorrido estos primeros kilómetros con más cautela que decisión. Tal vez el magro comienzo no nos alentó a emprender la misión con decisión... El tanque anfibio comenzó a hacer agua a cinco millas de la costa y fue un verdadero milagro que llegáramos a tierra firme.


La costa estaba llena de gravilla; al frente los muros de granito, infranqueables. Pareciera que no nos esperan por aquí o tal vez el resto hayan hecho el ruido suficiente para llamar su atención. Finalmente, Overlord sumó a muchos y los alemanes necesitarán todo lo que tengan para detenerlos. El resplandor de la artillería y el estallido de las bombas se escucha aún aquí; sin embargo, ninguna de esas puñeteras bombas cae por sobre nuestras cabezas para asegurarnos que no hay ametralladoras esperándonos allí arriba. Eso es lo que pasa cuando te hacen desviar 85 kilómetros de la ruta a la zona de desembarco más cercana... hay pocos momentos en los que sea más abrumadora la soledad que ahora, cuando nos enfrentamos los seis -apretujados- a una Europa invadida, silenciosa y acechante. Y claro, este clima de mierda definitivamente no ayuda.

Tras una marcha rápida de cinco a diez clicks, llegamos a una brecha en la pared, una desembocadura y un valle que, comparado con la playa, resulta acogedor. Y sin embargo, puede ser la última vez que veamos el mar. Marchamos.

(...) [N. del T. Fragmento ilegible, el agua de mar convirtió la tinta en un manchón azul]

Para nostros hubo, más que instrucciones, algunas directrices. Evitar Paris. No cruzar los Alpes. Cruzar el Somme si lo considerábamos viable, para evitar ser seguidos. Sincronizar nuestro avance con los bombardeos. Como nuestro conocimiento de éstos llegaba por un receptor de radio (sin opción de comunicarnos de vuelta), ocultar o destruir el radio era nuestra prioridad si llegásemos a ser descubiertos. Eso y los mapas que lleva Rogers consigo, en donde va consignada brevemente la información de inteligencia sobre batallones panzer, posiciones principales tomadas por los alemanes y objetivos de los Lancaster.

(...) [N. del T. Fragmento ilegible]

Nadie sabe que estamos aquí y así deberá seguir siendo hasta que lleguemos a nuestro destino. Nuestras placas están enterradas en un huerto desprolijo; ahora somos algunos soldados alemanes más junto a un oficial y no contamos con otra cosa que nuestras Kruger. Sabemos que una de estas balas terminará atravesando el cráneo de Adolf Hitler. Aquí vamos, aun cuando nuestro destino sea pasar desapercibidos para la historia.

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