Actualmente en Colombia, el número de propietarios de computadores en cualquiera de sus presentaciones no excede, con seguridad, los 10 millones de usuarios. Teniendo en cuenta el número de personas que de acuerdo a su ingreso promedio, están por debajo de la mentada línea de la pobreza, ese número puede ser aún menor.
Y sin embargo, gran parte de negocios sin importar su tamaño, invierten sus recursos en ofrecer servicios a sus clientes, empleados y aliados, a través de Internet. Inclusive, el Ministerio de Comunicaciones ha pasado a ser el Ministerio de TIC. Las redes, la interconexión y la Internet como interfaz de interacción ubicua, son una reaildad en el país y todos quieren hacerse a la idea. Aun cuando lo que hagan no sea suficiente.
Ahora mismo, es claro que contar con acceso a nuevos contenidos, más ricos y con muchos más datos juntos, ojalá conexos, trae a este país la posibilidad de ofrecer alternativas diversas a los problemas de siempre, como puede ser el software as a service, pues no siempre es necesario integrar a la organización todo el conjunto de relaciones e interacciones que implica la gestión de procesos informáticos.
Además, con el surgimiento de mejores centros de datos abiertos a alojar la infraestructura de todos aquellos que lo requieran y paguen por ello, es posible ofrecer un servicio que incluya la infraestructura requerida en almacenamiento, procesamiento y comunicaciones. Algunas empresas en el país pierden ya el miedo a tercerizar procesos de alta complejidad e invierten en soluciones que simplifiquen su interacción con la tecnología. Es casi una invitación a sumergirse en los principios tácitos que gobiernan las interacciones con contenidos web, simples por principio a la vez que omnipresentes, con procesos de mantenimiento y actualización mejor separados del usuario final (salvo cuando el sitio está fuera de línea y no hay copia local de los datos!).
Otro punto importante a considerar dentro de esta revolución en marcha está en que ahora mismo, no hay opciones nacidas en Colombia que incluyan la participación masiva, que sean una construcción colectiva de contenidos, de conocimiento, tan formal como puede serlo al propagarlo. Las aplicaciones web son diseñadas sólo como herramientas para proveer a los procesos y negocios, nuevos canales de comunicación. Nada más. No hay recursos ni disposición para arriesgarse a construir, exponer y esperar. Es lo que algunos en este país llamarían emprendimiento. Es más fácil llamarle tomar riesgos. De cualquier forma, las ideas -si existen- no surgen.
Bien podría creer uno que tiene que ver con el llamado a chambonear de López Michelsen, reflejado en lo que muchos construyen por cumplir y cobrar. Igualmente podría ser que aquí hace falta conocimiento. Igual, estas dos opciones y otras tantas no son excluyentes; pueden conformar una suma de horrores.
Aún cuando se está lejos de Japón y Corea del Sur (este último país terminó hace poco tiempo de conectar las últimas islas de su territorio a la red de alta velocidad), sería valioso si todos aquellos que tienen la posibilidad de influenciar el desarrollo de la infraestructura y contenidos, buscaran ofrecer soluciones de calidad que, más allá del retorno que piden quienes les financian, procuren mejorar la calidad de vida a quienes usan finalmente sus soluciones.
El impacto de la red en la forma como se relacionan los agentes intervinientes del mercado es visible; ojalá fuese igual en la forma como se relacionan los ciudadanos del país, con un poco más de oportunidades y un poco menos de pobreza. Como para hacer que valga la pena.
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