Javo no existe. Siempre se ha dicho que representa un punto de referencia, un modelo o patrón, pero todo lo que queda tras ignorar los textos abundantes y los comentarios insípidos es una bruma leve e incómoda en su vacuidad.
Y bien, suponiendo que no existe más allá de aquello que escribe, podría decirse que carece de valor cualquier aproximación a "ese" javo que pretende hacer sentir bisoño e imberbe a todo aquel que osa aproximarse a él. O a lo que puede verse de él. Resulta tentador hablar de Thee y de thy writings, sólo por respetar esa falsa aura de paternidad que se ha asignado, apoyado por numerosos seguidores enamorados, buscadores ávidos de figuras de autoridad que definan su forma de pensar o escribir. Es casi como Fernando Vallejo, sólo que sin la locura.
Podríamos decir que Javo existe como Scarlett Johansson, que se proyecta más allá de lo que realmente es y que simplemente el mundo magnifica su existencia, presencia y potencia. Pero, a diferencia de ella, Javo no ha sido visto más que por una turba ganosa, de la cual todos desconfían y sobre la que se rumora que uno de sus miembros tomó su lugar (el de Javo), tras sacrificar un cordero y ofrecerlo como tributo al padre Javo.
Perdónanos, Javo, porque no sabemos lo que hacemos. Y aún así, lo disfrutamos.