Lo pienso incluso al ponerle título al post. Usar la palabra negro se revisa dos y tres veces. El 99 por ciento de las veces se puede evitar. Viviendo en Bogotá es fácil elegir porque nada te confronta y no tienes que tomar decisiones. Saliendo de Bogota se hace más y más difícil.
Lee uno entonces columnas como ésta de Sorayda Peguero y se enreda aún más. No se trata de mí ni de mis miedos sino de la vida e identidad de otras personas. Yo navego dichoso la parte en la que otros me piden que les reconozca en su propia identidad, pero la correctitud política actual hace muy díficil saber quién está cómodo con que le diga de una forma u otra.
¿Le pregunto a alguien cómo prefiere que le diga? ¿Me arriesgo a que me mire como un pendejo por ponerme en ese plan? Les digo a todos sumercé y los dejo que me miren como un pendejo por hablar como rolo bobo? No es una cosa trivial. Hay lugares en los que una misma comunidad tiene miembros que se identifican como afrodescendientes, otros prefieren que los reconozcan como negros porque África es una vaina remota y lejana, otros no están en ninguna de esas dos versiones porque son de donde viven y no del cómo se ven.
Procurar cuidado a los demás pasa por lugares complicados.
Yo no sé nada. Sólo parece que todo está en construcción, justo ahora que, como a finales del siglo diecinueve, todos creían que ya no había nada nuevo bajo el sol.