octubre 14, 2017
Planned
Hace unos doce meses le di vida a dos caminos para el futuro a mediano plazo. Uno, el de ir a trabajar o aprender a investigar en un sitio que pareciese divertido. Otro, el de recibir seres vivos en mi casa y cuidar de ellos.
Lo de ir a hacer cosas no salió y ya perdí la cuenta de las veces que me han dicho que no. Se volvió un ruido de fondo como si fuese el Big Bang de los sueños viejos y el único rastro fuese ese recuerdo ancho e indefinido. Salí de vacaciones con la familia, recorriendo en un automóvil moderno y cómodo los caminos de Hispania y Gallia. Saludé a Asterix y todo. Volví decidido a buscar seres con pelo y cuatro patas para que alguno aceptara parchar conmigo, tal y como volví hace un año, decidido a tener una bicicleta. Sólo que esta vez no dependía simplemente de mí y de mi dinero. Ya me decía M. que era cuestión de dejar que un gato me eligiera.
Se convirtió en una rutina de preguntarle a todos a mi alrededor, tratar de resolver todas las dudas y reducir el miedo a sus justas proporciones. Fue vivir el miedo y la emoción en igual cantidad. Fue el no saber si era capaz de cuidar de un gato. Fue ir a hogares de paso y dejar que me ayudaran a encontrar a quién darle un hogar. Fue escuchar a los gatos, pasar tiempo con ellos. Fue recordar todos los gatos que me recomendarían como un buen humano o al menos uno con el que se pasaría un día tranquilo.
Fue hablar de uno y recibir la idea de adoptar dos. Volver a sentir miedo, más del doble. Sentir varias veces más emoción. Pedir opiniones otra vez. Pensar si era mejor idea recibir un gato adulto o dos jóvenes. Tomar decisiones sobre mi futuro y sobre el futuro de unos gatos. Respirar profundo y decir Sí. Amasar todos los No que he recibido y volverlos un Sí grande como Monserrate.
Fue pensar los nombres, preguntar por nombres, ver páginas web con listas de nombres, pensar en canciones que tuviesen nombres. Fue pensar en Mesut pero no ponerle Mesut al gato porque vivo con un hincha del Liverpool. Fue ver que C. me dijera que Enzo era puro nombre futbolero. Y sí, lo es. Pero además es el nombre de aquel Enzo que quiso ir muy rápido (como este Enzo) y que se parece mucho a Mesut. Fue pensar en Chloe dancer y en Andrew Wood cantando. She does not know better. She's just like me, only beautiful. Ella debía ser Chloe.
Fue abrirles la puerta de mi casa y ver que la sintieron como suya. La recorren y la sienten como propia. Hacen siesta y comen tranquilos. Enzo parece gustar del chocolate (y obvio no le doy ni una gota), Chloe encontró su rincón feliz en el gimnasio, ambos duermen en mi cama desde la primera noche y no dejo de sentirme agradecido con la vida por poderles ofrecer un hogar, comida y mimos cada vez que los quieran. Sólo espero ser un buen humano y tener la verraquera para querer bonito.
Una verraquera como la que tuve para con M., que me hizo pensar de nuevo cuándo es que se le dice a la gente que uno la ama. Decir Te amo y no sentir que es inoportuno o innecesario. Después de años de no poder hacerlo, de ser físicamente incapaz de hacerlo. Pensé que era el año de arriesgarme a irme lejos y hacer cosas, pero realmente fue el año de arriesgarme a querer y a permitir recibir de otros. Escribo esto mientras los gatos duermen a los piés de mi cama y M. me escribe mensajes bonitos por WhatsApp.
Soy feliz.
P.D. Saludo especial a los que votaron en Instagram por que no adoptara un gato. AHORA TENGO DOS.
P.D. No tengo gatos. Los recibí y los cuido pero no los siento míos. Los dejo ser y eso hace más fácil todo, creo yo.
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3 comentarios:
Beso grande y apretado a todos los peludos de la casa. A todos.
¡Del carajo!
Felicitaciones, por todo.
M. pasó por acá, se le aguaron los ojos y se sintió, de nuevo, la persona más afortunada de esta tierra.
M. se siente feliz de acompañarte a vivir, ahora con pelitos en la ropa.
M. te ama. Te ama bonito. Te ama mucho.
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